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Heridas del alma y del cuerpo

Heridas del alma y del cuerpo

Las heridas del alma (problemas, traumas, rencores…), a mi modo de ver, son exactamente iguales que las del cuerpo y la piel: al producirse y hasta que sanen, dolerán; y, dependiendo de la herida, tardará más tiempo o menos en cerrarse. Pero acabará haciendolo.

Si es pequeña se cerrará pronto y ni siquiera dejará marca: la piel se regenerará por completo.
Si es más profunda, cuando finalmente se cure nos quedará cicatriz. Pero una cicatriz sólo es una señal que nos recuerda aquello que causó la herida: puede advertirnos precaución para otra vez, o quizá ponernos tristes, pero la cicatriz de una herida bien curada ya no duele.

Si vemos que, aunque pase el tiempo, sigue doliendo, significa que algo hicimos mal al tratarla…

Los pasos para la correcta cura de una herida son:

– limpiarla de cuerpos extraños.
– desinfectarla.
– cubrirla con apósitos limpios.
– presionar un tiempo para ayudar a detener la hemorragia.

 

Si una herida antigua todavía duele, puede ser porque alguna astilla o algo sigue dentro. Esto muchas veces es debido a que la gente, en su afán por huir de cualquier dolor o sacrificio, pasa directamente a la parte del apósito que cubre y proteje la herida de las agresiones externas; saltandose el desinfectante, porque saben que escuece,  y la limpieza de la reciente herida porque alegan que «suficiente ha dolido al abrirse, como para ahora meter los dedos y hurgar en ella buscando algo».

En estos casos, aunque sepamos que va a ser doloroso, el procedimiento es volver a abrir la herida para buscar esas astillas y cuerpos extraños, extirparlos y desinfectarla y curarla de nuevo.

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Creo que se entiende perfectamente el paralelismo…:
– Los problemas no pueden (no deben) taparse con apósitos que los oculten y fingir que nada ha pasado. Esto, a la larga, agravará el problema o bien creará uno nuevo probablemente peor.
– Los problemas, aunque escuezan, hay que afrontarlos y, si es posible, resolverlos.
(Y si, en principio, no parece posible resolverlos, al menos, conociendolos, podemos comenzar a tiempo con el tratamiento, prevención y/o rehabilitación adecuados).

«No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores.»
(Mahatma Gandhi)