Santidad. Todos podemos ser santos.

Santidad. Todos podemos ser santos.

Este fragmento que os copio es de una de las audiencias del Papa Benedicto XVI del mes de abril (concretamente del 13/04/2011). Igual que me llegó a mí, quiero yo también compartirlo y difundirlo.

Cientos de veces (la última hoy mismo) he oído burlas sobre el hecho de ‘santificar a gente’ y sobre lo absurdo de que algunos sean «Santos» oficialmente y otros no.

Estas palabras, del propio Papa, tal vez arrojen un poco de luz al asunto de lo que entiende la Iglesia y la mayoría de los cristianos* por santidad.

(‘*’ = «La mayoría» de los cristianos que yo conozco o he concido. Logicamente no puedo, sin tener ni idea, generalizar para quedar bien, y decir que sé lo que piensan 2 mil millones de personas.)

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[…]  El Concilio Vaticano II nos dice que la santidad no es otra cosa que la caridad plenamente vivida.

[…]
 Quizás también este lenguaje del Concilio Vaticano II es un poco solemne para nosotros, quizás debemos decir las cosas de un modo todavía más sencillo. ¿Qué es lo más esencial? Esencial es no dejar nunca un domingo sin un encuentro con el Cristo Resucitado en la Eucaristía, esto no es una carga, sino que es luz para toda la semana. No comenzar y no terminar nunca un día sin al menos un breve contacto con Dios. Y, en el camino de nuestra vida, seguir las “señales del camino” que Dios nos ha comunicado en el Decálogo leído con Cristo (**). Me parece que ésta es la verdadera sencillez y grandeza de la vida de santidad: el encuentro con el Resucitado el domingo; el contacto con Dios al principio y al final de la jornada; seguir, en las decisiones, las “señales del camino” que Dios nos ha comunicado, que son sólo formas de la caridad. De ahí que la caridad para con Dios y para con el prójimo sea el signo distintivo del verdadero discípulo de Cristo. Esta es la verdadera sencillez, grandeza y profundidad de la vida cristiana, del ser santos.

Y quisiera añadir que para mí no sólo los grandes santos que amo y conozco bien son “señales en el camino”, sino que también los santos sencillos, es decir las personas buenas que veo en mi vida, que nunca serán canonizados. Son personas ‘normales’, por decirlo de alguna manera, sin un heroísmo visible, pero que en su bondad de todos los días, veo la verdad de la fe. Esta bondad, que han madurado en la fe de la Iglesia es para mí la apología segura del cristianismo

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(** = El decálogo, es decir los 10 mandamientos, son normas esenciales y evidentes de conducta moral; pero como lo que menciona aquí es la ‘revisión’ de éste que hizo Jesús, sé refiere (supongo) también a las Bienaventuranzas; que, como yo siempre digo, al margen de que uno sea creyente o no, sin lugar a dudas son grandes verdades y un gran ejemplo que esforzarse en alcanzar.)

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