Carta de Jesús a los romanos

Carta de Jesús a los romanos

Lectura de la primera carta del galileo Jesús a los romanos (del siglo XXI)

Queridos hermanos,

Desde que he vuelto he estado informandome sobre cómo os fue tras mi partida (en realidad os observé todo el tiempo desde entonces, pero ahora, de nuevo como hombre, he preferido informarme moviendome por aquí y allá, con el sudor de mi frente, a vuestra manera).

Ya vi que mis apóstoles cumplieron bien su misión…: Para no haber tomado ningún apunte durante mi estancia en la tierra con ellos, he de reconocer que están bastante bien los Evangelios. Se tomaron alguna libertad, pero el mensaje caló hondo y han sabido transmitirlo. También han plasmado muy bien las parábolas, que, por lo visto, les ayudaron mucho: he notado que son las palabras que mejor recuerdan de mis discursos… Me alegro de que surtieran el efecto que esperaba.

Os escribo esta carta, hermanos míos del siglo XXI, para recordaros algunas de esas palabras que con tanto cariño repetí y repetí para que no las olvidaseis y que, sin embargo, muchos de vosotros pareceis haber ignorado…

La Fe os llegará por el Espíritu y os aseguro que no entrará a través de vuestra cabeza, sino desde lo más profundo de vuestro ser y de vuestra alma. Sed críticos, por tanto, con lo que vuestros ojos vean y vuestros oídos oigan en este mundo terrenal. Ya sabeis…: «sed sencillos como palomas, pero astutos como serpientes«. Sed críticos con lo que os muestren u os digan en mi nombre. Yo os enseñe el camino hacia el Reino de Dios, os anuncié la Buena Nueva del Evangelio… Sólo teneis que escucharla y ponerla en práctica…

Os hablaré también a vosotros en parábolas: quien escucha mis palabras y las pone en práctica es como el hombre que edificó su casa sobre cimientos de roca firme, aunque vengan tempestades, no se derrumbará; pero el que escucha mis palabras y no las pone en práctica es como aquel que edificó su casa sobre arena y cuando llegaron los tiempos de lluvias y tormentas, las aguas la arrastraron y la destruyeron.

Seguro que recordabais esta parábola… ¿Por qué ignorais, entonces, la mayoría de mis consejos? No entiendo cómo, desde mis primeros discípulos, habeis podido cambiar tanto…

Mi mensaje principal fue el amor al prójimo… Pero el segundo punto clave, necesario para esa entrega total, es la humildad del servicio a los demás… «El que se humille será enaltecido y el que se entaltece será humillado«. Con mis consejos trataba de apartaros del mal y las tentaciones. Apartaros de la tentación del orgullo, de la avaricia, del egoísmo…

Os dije en numerosas ocasiones que no atesoraseis nada en la tierra, pues nada podreis llevaros el último día… Cuando os envié a difundir y predicar el reino de Dios, os dije que no llevarais nada para el camino, que no llevarais dos túnicas si os bastaba con la puesta… ¿No os acordais de lo que le dije a Epulón? Bueno, vosotros tal vez no os acordeis de su nombre, me refiero a un joven rico que se me acercó en Jerusalén para preguntarme qué tenía que hacer para alcanzar la vida eterna y ser perfecto. Sé que han reproducido esa conversación fielmente varios de los Evangelios. La he leído y me parecía como si fuera ayer… A vosotros, mis hermanos, os digo lo mismo que le dije a él: «si ya cumples los mandamientos y quieres, con todo tu corazón, ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, después ven y sigueme«.

Qué dificilmente entraran en el reino de Dios los que tienen riquezas y se aferran a ellas…

jesús triste por las ropas de oro...

¿Cómo ha podido perderse por el camino una parte tan fundamental del mensaje de mi Padre? ¿Cómo os atreveis a decir que sois MI Iglesia actuando como actuais?

Hermanos del siglo XXI, en verdad os digo que escucheis lo que digan, pues son los únicos que han guardado, transmitido y compartido, de palabra y de obra, el mensaje de mi Padre, pero no hagais lo que ellos hacen, porque ensanchan sus adornos y aumentan sus hilos dorados de sus mantos, les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y en las celebraciones, ser saludados en las plazas y que os llamen ¡Padre!. A nadie en la tierra llameis padre, porque uno solo es vuestro Padre, el celestial. El más grande de vosotros que sea vuestro servidor. Pues el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.

Me entristece que hayais llegado a tergiversar tanto las cosas…

Quien se humille será ensalzado y quien se ensalza será humillado...

¡Hipócritas, que os gusta llevar vestidos ostentosos y malgastais los bienes de las viudas fingiendo que es a mí a quien glorificais! ¡Misericordia quiero y no sacrificios! Cuando yo vivía, sacrificaban en honor a Dios los animales más caros… y nunca quise eso. Y ahora, en vuestro tiempo, en honor a Dios, lo que haceis es utilizar los objetos más caros…

Cuando María ungió mi pelo con aquel perfume mientras cenabamos con Lázaro, no fue ella quien se lo aplicó para sentarse a la mesa conmigo… No necesitais tantos adornos que ensanchen vuestro ego para sentaros a mi mesa cada domingo.

Siempre habeis dicho que «instituí la eucaristía» durante la cena de Pascua de aquel fátidico jueves… Pues bien, si así fuera, ¡no pedí una vajilla mejor, unos platos de oro fino o un trono de alabastro!, quería que esa última lección que podría darles en vida, fuera un resumen de todas mis enseñanzas: la pobreza de espíritu (que viene de la mano de la humildad ante los bienes materiales), la entrega incondicional al prójimo (querían dejarme la mejor banqueta e incluso Simón, mi buen amigo Simón, no entendía que yo, supuestamente su maestro, me ofreciera a lavarle los pies).

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Pero no hay nada perdido mientras tengais Fe en mi Padre. Pedid y se os dará. ¿quién de vosotros si su hijo le pide un pez le dará una serpiente? Pues sí vosotros, que no sois perfectos, dais cosas buenas a vuestros hijos, ¿cómo no os va a dar cosas buenas vuestro Padre celestial si las pedis con sinceridad? Si vosotros, los más ricos y poderosos de esta Iglesia VUESTRA, os arrepentis y pedis perdón a Dios, os lo concederá; vuestros pecados quedarán perdonados. Pero recordad siempre que vuestro sentimiento ha de ser verdadero, como verdadero ha de ser vuestro proposito de enmienda y restitución del mal causado, pues mi Padre, que ve en lo profundo y os conoce mejor que vosotros mismos, lo sabrá.

Sed como niños...

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He de despedirme ya.

Que la paz del Señor sea con vosotros.

Vuestro amigo y hermano, que os ama incondicionalmente,

Jesús.

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